La noche ya no era noche, las estrellas ahora temblaban, y los sonidos adquirían vida propia dentro de la bulliciosa ciudad que respiraba, escupía, climaxeaba y se retorsía de placer, de caos, de dolor. Con suerte, ahora la noche me hablaba, me contaba sus penas, me invitaba a viajar en un pequeño bote para mostrarme los destellos de luz que se detenían al pasar por mis pupilas, y para escuchar los sonidos de mar que venían de las sirenas, del smog, y del chasquido de los zapatos contra el maltratado asfalto.
Estas fotos no cuentan una historia, no inmortalizan un momento, ni tampoco glorifican el pasado; estas fotos simplemente son.
Y ojalá que la noche me vuelva a hablar.
Estas fotos no cuentan una historia, no inmortalizan un momento, ni tampoco glorifican el pasado; estas fotos simplemente son.
Y ojalá que la noche me vuelva a hablar.