"The idea of art and the aesthetic as a separate real distinguished by its freedom, imagination, and pleasure has as its underlying correlative the dismal assumption that ordinary life is necessarily one of joyless, unimaginative coercion. This provides an excuse to the powers and institutions that structure our everyday life to be brutally indifferent to natural human needs for the pleasures of beauty and imaginative freedom. These are not to be sought in real life, but in art, whose contrast and escape from the real gives us human sufferers temporary solace and relief."
Richard Shusterman, Pragmatist Aesthetics: Living beauty, Rethinking Art, (Lanham, MD: Rowman and Littlefield, 2000), 19-20. New York City. Ni selfies en el Times Square, ni fotos de la virgen con ese cono en la mano.8/27/2013 La noche ya no era noche, las estrellas ahora temblaban, y los sonidos adquirían vida propia dentro de la bulliciosa ciudad que respiraba, escupía, climaxeaba y se retorsía de placer, de caos, de dolor. Con suerte, ahora la noche me hablaba, me contaba sus penas, me invitaba a viajar en un pequeño bote para mostrarme los destellos de luz que se detenían al pasar por mis pupilas, y para escuchar los sonidos de mar que venían de las sirenas, del smog, y del chasquido de los zapatos contra el maltratado asfalto.
Estas fotos no cuentan una historia, no inmortalizan un momento, ni tampoco glorifican el pasado; estas fotos simplemente son. Y ojalá que la noche me vuelva a hablar. Siempre tuve una fascinación inexplicable por los aeropuertos. De nino, ir al aeropuerto se tornó en una de mis actividades favoritas; ¿Ir a la casa de mis abuelos durante el fin de semana para salir a explorar el monte con mis tios, “capulisear” con mis primos, y tener todos los caramelos del mundo en la tienda de mi abuela mientras mi mami viajaba a Quito para recibirle a mi “pa” en uno de sus viajes? Pff... ni pensarlo... Usar la mega largavistas de mi abuelo para ver buhos en el monte, escalar arboles para cosechar los mas dulces capuliés... con ese sabor tan a capulí de Calpi, o ni si quiera saborear Vaferitos, Barriletes o pan recien horneado con chocolate se comparaba a el ritual de ir al aeropuerto. Y bueno, ahora que lo pienso con mas calma, con esa lógica aburrida–propia de lo que los adultos llaman “madurez”–no era tanto como un ritual, si no mas bien como un mal (¿o buen?) hábito que desarrollé para complacer a la familia.
Y claro, como no iva a complacer a la familia si “Juanito” era un tierno nino que usaba pantalones de tela–eso sí, super bien planchados con una raya casi simetricamente perfecta–una camisa polo de un color blanco impecable, los zapatos para ocaciones especiales con un brillo deslumbrante que combianaban con las gafas de mi tía, y como no, el peinado con una raya en el medio que marcaba ese aire de “dignidad familiar” tan distitivamente dado por el look elegante, casual, pero sobre todo nítido. Y bueno, mal o buen hábito, ritual o no ritual, la disfrazada con ropa elegante, casual y nítida era uno de los componentes principales en mi juego favorito de visitar aeropuertos: ver personas abrazarse, llorar, estrecharse de las manos, pesar maletas, proteger maletas con ese plástico pegajoso y transparente, admirar esa pintura del aeropuerto que relataba graficamente el primer vuelo que se hizo en el Ecuador y alrededor de esas empinadas y peligrosas montanas, pero sobre todo esperar ancioso a la pantalla de vuelos que confirme que el avión en el que viajaba mi papá había aterrizado exitosamente. Y de esta manera, mi ninez fue llenandose de aterrizajes, fotos familiares en aeropuertos, despedidas, correteos porque algún documento se quedó en casa, mas despedidas, y sobretodo: mas aterrizajes. Poco a poco, las visitas a los aeropuertos fueron convirtiendose en una actividad mas sobre la cual yo no tenía ningun poder de desición; daba lo mismo si algún familiar se iva o llegaba, daba lo mismo si los conocía o no, daba lo mismo si quería o no quería ir al aeropuerto, al final del día siempre debía encerar mis zapatos, peinarme simetricamente, y usar los pantalones perfectamente planchados; y así mismo, poco a poco, las visitas a los aeropuertos fueron convirtiendose en una actividad tediosa de la cual poco disfrutaba–talvez estas visitas se fueron volviendo tediosas por eso que los adultos llaman “madurez.” Y así tambíen, mientras crecía me parecía cada vez mas ridículo que tenga que disfrazarme con elegancía y pulcritud, usando pantalones de tela, el peinado simétrico y la camiseta polo de blanco reluciente. Pero esta apatía por el disfraz elegante y pulcro siguió cada vez evolucionando y tomando formas mas concretas de manifestarse: las fotos familiares ahora me parecían el “performance” mas ridículo que alguien pueda haber creado en la historia de la humanidad. “Pero haber Juanito, sonría mijo sonría,” son las palabras que mas recuerdo de los encuentros familiares durante mi infancia. No encontraba–y creo que hasta ahora tampoco–el sentido de sonreir para una foto, y así capturar un momento falso de alegría y regocijo familiar, y sí recuerdo haber estado contento por el regreso de alguien al país, o la partida en busca de oportunidades y experiencias fuera de esta burbuja claustrofóbica que el Ecuador iva tomando forma para mí, pero... ¿Porqué sonreir para la foto? ¿Porqué la foto? ¿Porqué ir al aeropuerto? ¿Porqué ir a misa los domingos por la manana usando el mismo disfraz que usaba para ir al aeropuerto... e incluso a veces tomarnos una foto? De a poco mi apatía por las tradiciones familiares, las costumbres con las que había sido domesticado, y las cosas de las que pensaba estar tan seguro iva creciendo, pero junto con ella, con la apatía, tambien crecía un profundo sentimiento de explorar. Algo que nunca pude entender es que aún así en algún punto la noticia de saber que iría al aeropuerto me parecía aborrecible, hubo algo que siempre me emocionó: la idea de poder ver una ves mas la pintura del primer vuelo en avión por las montanas de Ecuador, y mientras la gente se distratía en abrazos, llantos, y palabras de aliento, poder jugar con la cámara fotográfica semiautomática de rollo que capturaba momentos de emoción premeditados. En este punto me había vuelto inmune al aburrimiento de experimentar la misma escena de las despedidas y las llegadas, el usar la camiseta polo me parecía irrelevante, y ya no me importaba si tenía o no que sonreir para la foto familiar; lo único que ahora me importaba era poder ver una ves mas esas lineas cuadriculadas que formaban la estructura de un avión rústico de colores vivos, y poder tener en mis manos esa camara que producía los sonidos mas apetecibles cuando aplastaba los botones del lado derecho. Y es aquí cuando la situación cambia y empiezo incluso a disfrutar de las fotos, la camiseta polo, y las palabras de despedida o llegada. Es aquí cuando descubro que mi fascinación por los aeropuertos no tenía que ver con el performance familiar, ese sonido tan particular de las alas de los aviones chocando contra el viento estático de la pista que delataba que los aviones habían aterrizado, los mensajes indescriptibles que la vos de una Senorita relataba por los parlantes, ni tampoco con las pantallas de televisión que mostraban el trayecto del avión respecto al globo terraqueo... Había descubierto que mi fascinación por los aeropuertos se daba por el simple hecho de que cuando visitaba uno, podía apreciar de como la estructura inerte del aeropuerto tomaba vida. No eran solo las grandes columnas plateadas, los ventanales transparentes con ese toque minimalista, ni los colores sobrios y vanguardistas de la decoración del aeropuerto los que me atraían. Lo que llamaba mi atención de manera especial, era como estas gigantestas estructuras arquitectónicas, tomaban vida cuando eran ocupadas por miles de personas desconocidas que operaban dentro de ellas. De a poco iva descubriendo que mi fascinación oculta por los colores y las formas de la pintura del avión en medio de los andes, así como mi fascinación por los sonidos que la cámara de fotos semiautomática producía ya no eran tan ocultas. Ya no simplemente me interesaba admirar los colores de la pintura ni jugar con los botones de la cámara, ahora quería saber como podía yo capturar imágenesy crear composiciones que tengan el mismo efecto que el avión tenía en mi. Ya no simplemente me parecía patético sonreir para la foto familiar o usar un disfraz que me haga lucir nítido y elegante, ahora estaba convencido de que si no quería hacerlo no lo haría, y que de hecho no me peinaría simétricamente y que eso sería una imagen simbólica de mi descontento con tales tradiciones. De a poco iva descubriendo–y con ayuda de eso que los adultos llaman “madurez–que talvéz pasar el fin de semana con mis abuelos para usar la mega largavistas de mi abuelo para ver buhos en el monte, escalar arboles para cosechar los mas dulces capuliés, y saborear ese pan recien horneado con chocolate era mas importante que ir al aeropuerto. De a poco voy descubriendo,–y con eso que los adultos llamamos “madurez”–que las visitas al aeropuerto, las “capuliseadas” en Calpi, mi fascinación por las cámaras y la pintura del avión en medio de los andes, y mi descontento con los pantalones de tela y las camisetas polo me han ido ensenando a apreciar–y lo digo convencido–que el sonido de las alas del avión al chocar con el aire estático de la pista es lo que hace de este viaje una partida sin llegada. My experience as a teacher has been one of the most challenging responsibilities I have ever assumed; it is a tough job that requires a lot of patience and self-control (yes, a lot of breathe in-breathe out exercises), but it is also a very rewarding experience that has allowed me to approach education as a communal activity rather than simply a boring act in which knowledge is to be delivered from an “academically qualified” faculty member to thirsty yet inert and passive minds. Having said that, in my Broadcast-Journalism class the participants have been exploring the world of media through audio-visual experiments that allow them to approach communication from a merely practical stand which encourages the direct cooperation between teacher and students. In fact, the base for this course is cemented on the idea that it is all about transmitting powerful stories to the audience, and this process requires essentially two parts which are the product of the students imagination and the resources that the teacher offers: a well-defined plot and the materialization of this plot through an audio or video piece.
The following audio pieces have been created with a narrative that motivates the audience to create their own imaginary scene and thus be part of the creative process rather than just consume information–as if our minds were buckets where knowledge is to be boringly dumped. Click on the links below and enjoy ;) - Abduction FM - Plague News Intro When in conversations I encounter the question: "So, Juan Fernando, what is something that really bothers you?" I always have a little mental debate and try to come up with a logical response that includes: - Asymmetry. - Suits. - Politicians. - Students aspiring to define themselves as politicians. (Well, I was to harsh on this one. Very few of them are cool...) - The fact that I originally went to college with the idea of studying politics. - El bendito rodeo que se organiza en Riobamba por las fiestas de Abril. - Las fiestas de Riobamba en Abril. - La cerveza caliente en un vaso de plástico. - Gente caminando con botellas de cerveza por las calles de Riobamba en Abril. - Yo tomando cerveza caliente en un vaso de plástico en Abril. - People asking the most vague, boring, and common question they could ever ask: "So, how is your day going?" - Me asking the most vague, boring, and common question I could ever ask: "So, how is your day going?" - Wet towels, among others... As it is challenging to elaborate an objective response that includes all the things that bother me, I often come up with something like this: "Ahmmm, I think what really bothers me is the warm weather; it makes you feel sticky and weird"–of course the weather, it is always about the weather. But this time, if someone was to ask me what was something that really bothered me, I would say: self-help books! I hate them! I hate the idea of someone telling me how I could make sense of this bizarre world we live in. Even worse, I hate the idea of someone believing that their magical recipe to live in this bizarre world would also work for me: get more hours of sleep, expand your social circle, make a new friend every day, go for a walk, discover and devote yourself to a hobby, come up with a to-do list, smile, take yoga classes, drink 2 liters of water a day... Yes, In case you were wondering I DO hate self-help books. But here is the thing: the other day when I was walking around town enjoying my cold and delicious Chai Bubble Tea I happened to pass by a nice looking library, and right when I was about to cross the street in order to go pet a little and fluffy French Poodle that was being walked with a pink flowery leash, my left eye caught something that made me come back to the nice looking library. What was the important thing that was caught by my eye? So important that I even refused to pet a fluffy little mammal? It was a book!
It was the simple yet complex and appealing cover of a book that made me and my body finish my delicious drink with tapioca pearls so that I could enter the library and satisfy my curiosity about this set of pages with written and readable signs printed on them. The book was called: "The Happiness Project" by Gretchen Rubin and as soon as I read the tittle I knew it would be one of those be-happy-with-my-magical-recipe-for-life book, but just for curiosity I still decided to take a look at it and read the first pages of this nice looking printed work. For some reason, when I first opened the book, this is the first sentence that came to me: "I often learn more from one person's highly idiosyncratic experiences than I do from sources that detail universal principles or cite up-to-date studies" (Rubin, 1) Then, I felt the click with the book and I bought it. The reasons why I dislike politics mostly have to do with the classes I have taken, the repetitive and biased conversations I have had regarding hot topics like presidential elections but also the normal-casual chats about why this country or that one is doing better off, or why this group of people sitting in a room get to make decisions about how much money I have to give away in order to keep this or that country running "effectively" , and of course the fact that democracy–the decision making process in which government actions are largely influenced and legitimized by an imaginary collective voice–does not simply work. The case studies and theories we are often exposed to in class are just so idealized, theoretical, and totally disconnected from this palpable reality that it is challenging for me to see how what we learn in class can be actually applied in a "real life scenario." In fact, I often ask myself for how long the concept of development has been going around, how many development professionals the academia has produced, and if things have substantially changed in vulnerable communities where all those concepts are to be applied. Being that said, the reason why I decided to give this book a chance, is because the author acknowledges that what we all share in common are real, palpable, and true experiences that we go through, and not imaginary concepts that somehow try to strive for an objective meaning in this real world we live in–and to be honest, I am actually enjoying the book. I like the fact that the author shares her experience on a journey to achieve what I consider to be–our main concern as human beings: happiness. What I like even better is that somehow I feel connected to Gretchen; she has a blog, and so do I. Here are some things that I highlighted from the chapter: Launch a Blog (page 74): - My blog gave me a source of self-expression. - I worried about the time and effort a blog would consume, when I already felt press for time and mental energy. - It would expose me daily to public criticism. - The more I did, the more I wanted to do. I wanted to add images, I wanted to drop the word "typepad" out of my URL. I wanted to podcast. I wanted to add live links. - As I struggled to master these tasks, I felt rushed and anxious when I couldn't figure something out right away. - I often had to remind myself to "Be Gretchen" - One of the biggest challenges posed by my blog was the doubt raised by my own inner critic. - Was it egocentric to write so much about my own experience? - I did not want to be like the novelist who spent so much time rewriting his first sentence the he never wrote his second. - My blog gave me a new identity, new skills, a new set of colleagues, and a way to connect with people who shared my interest. Artist: Mitú
Album: Potro Release Date: November 10th, 2012 Reviewer: jf yanqui rivera. KSTO St. Olaf College Radio - World Music Director. Review Date: January 20, 2013 If you thought that Bomba Estereo, the colombian based electronic cumbia band, took the concept of traditional music to a next level in terms of innovation, creativity, and mass audience acceptance, then wait until you listen Mitú. Inspired on a trip to the jungle, Julian Salazar (the guitarist for Bomba Estereo) looked for the way to emulate the sounds of nature through synths and percussion, and yes... together with the percussionist Franklin Tejedor–best known as “Lamparita”–he found it, and it even has a name: Techno de Palenque. Mitú takes its name from a small town located in South Eastern Colombia in the Amazon basin, and it is a musical project that is commanded with the vision of creating dance music through the combination of techno and tribal rhythms from the Palenque Afro-Colombian culture. In the first album of this phenomenal duo, Potro, they play with the psychedelic beats of analog synthesizers and rhythm machines combined with the power and ‘sabor’ of the tambor alegre that will turn the party on and will put to dance whoever listen their music live. By combining traditional Palenque and other indigenous rhythms, and Afro-Colombian grooves with contemporary electronic music, Mitú has obtained a bracing and beguiling style that takes local music to a global realm. In fact, the latest album release Potro, has been able to drag the attention of the electronic music fans because it has an appealing touch of Acid House, but keeps the Afro essence and energy of the people in San Bacilio de Palenque; thus, this extremely original music reflects a work charged of folklore and cultural identity. The ten-track album that is part of the first musical production of Mitú, reflects Colombia’s African heritage mixed with a wave of futurism that contribute to the growing electronic music scene in Latin America. The new project of these two talented musicians is a mix of traditional rhythms, the dialect of the Palenque people, melodies and sound sequences that evoke the Colombian jungle and that will definitely put to dance even to the most conservative and boring businessman, politicians, and lawyers. Click on the picture below and Enjoy! Admirer by nature, 11:04:47 pm
Sunday. Cold. Nathan's house. Homeless. (or not?) Zoé. R. Ice Cream. Apple tree. Cider. Black. Sunset. Sunrise. More. Wind. imagen tomada de http://www.festivalchilemonos.cl/ Parece no hace mucho que las historias de los hermanos Grimm me eran leídas todas las noches antes de acostarme a dormir. La lampara de luz tenue–como a medio alumbrar y a medio apagarse–a mi lado izquierdo, encima del velador de madera clara y con olor a laca fresca es la imagen mas viva, la imagen que mas recuerdo de las noches en las cuales mi mente se transportaba a mundos donde los humanos éramos criaturas extranas, criaturas que por única ves no podíamos darnos el derecho, ni el “lujo” de llamarnos a nosotros mismos human@s. En estos mundos l@s human@s no podían existir, y esto además de incomodarme profundamente también causó en mí un interés por encontrar la manera en la que yo pueda vivir con seres que tomaban forma a través de extranos símbolos con los cuales nos hemos domesticado y a los cuales les llamamos letras.
La fascinación por estos mundos habitados de seres que solo pueden existir en mi imaginación terminó el primer día que asistí a la escuela y tuve que sentarme en una mesa que estaba disenada para que mis cuadernos estén guardados debajo de mis piernas, mis manos inmovilizadas en un pupitre, y mis pensamientos encapsulados con un: “haber ninos, el que quiere hablar alza la mano, y porfavor hagan silecio.” Esa es la primera memoria que tengo de la escuela. En el colegio las cosas no fueron muy diferentes tampoco, recuerdo el aula con cierto desprecio. Nunca me gustó sentarme en un pupitre, mirar al pizarrón que se llenaba de números y garabatos sin sentido, y odiaba profundamente que me llamen “Senor.” De la forma en que recuerdo mi primera experiencia en la escuela, la imagen grabada mas fresca que tengo del colegio tampoco es muy grata tampoco. Con un terno que debía estar planchado, zapatos relucientes y medias que obligatoriamente debían ser de color obscuro recuerdo la clase de Biología como una perdida de tiempo completo. “Haber Senores, para manana entonces van a traer una hoja doble a cuadros de papel ministro para repetir las cadenas carbonadas de saponificacion.” Me pregunto si realmente mi profesor de Biología estaba convencido de que aprenderíamos el proceso de saponificacion al repetir cadenas de carbono 20 veces en la misma página. Ah, y por cierto, me pregunto si realmente estaba convencido de que quienes repitan mas veces las benditas cadenas de carbono aprenderían mas. De otra manera ¿Porqué habían puntos extras para quienes repitan una página mas? Y bueno, creo que mi carrera académica estaba destinada a seguir este patrón monotono, caduco, y aburrido si no hubiera atravesado por algunas–de hecho muchas–crisis existenciales. Me resulta divertido ver atrás en el tiempo, y recontar el proceso que he seguido para ahora estar convencido de que lo que realmente me interesa es el diseno; ¿Como pasé de estudiar Economía y Ciencias Políticas a disenar y animar pequenos mounstros imaginarios que se plasman con programas de computadora? ¿En que momento nacio mi escepticismo por un sistema político ineficiente que no es capaz de mantener una coherencia entre la teoría y la práctica? ¿Cuál fue realmente la motivación que tuve para desterrar de mi mente la idea paternalista de estudiar modelos de desarrollo que pueden ser aplicados a comunidades que atraviesan pobreza, tal cuál estos fueran experimentos que juegan con la decencia de gente ingenua? Realmente, no recuerdo cual fue el “turning point” en el que decidí dejar de lado lo teórico abstracto por lo abstracto concreto: el arte. Mi experiencia con Motomichi ha sido un pilar fundamental para cimentar mi interés por el diseno y convencerme aún mas de que lo mio es el jugar con formas y colores, lo mio es crear, es sentir que mis manos son herramientas que son capaces de transformar materia. Trabajar directamente con softwares de diseno ha contribuido mi capacidad para ampliar mi interés en el estudio de esta area académica, y creo que incluso mas important fue para mi compartir de cerca como un disenador lleva su vida. Para ser bastante honesto, muchas veces tuve la imagen estereotipada de un artista o un disenador, como una persona bastante alternativa, bohemia, feliz en su mundo, pero no capaz de llevar una vida normal. Y bueno, creo que mi entendimiento de normal, va junto con el entendimiento de “normal” que tienen mis padres: “Algún rato Juan Fernando, tendrás tu familia, tus hijos... ¿Cómo les vas a dar de comer? ¿Vos mismo si te enfermas, cómo te vas a curar? No creo pues, que con dibujos y colores vayas a poder pagar tus medicamentos” Y esto si me aterraba, y bastante... Con Motomichi pude desterrar esa idea bastante irracional y un tanto popular de que si eres artista estas condenado a llevar una vida bohemia, en un mundo obscuro de drogas, alucinaciónes e ideas raras. No! Los artistas son (somos?) personas “normales” que tienen familias, llevan a sus hij@s a la escuela, pagan sus impuestos, dan de comer a sus mascotas y llevan a sus parejas a cenar los Viernes por la noche. Y sí, tuve la oportunidad de aprender a manejar nuevas técnicas de creación audiovisual, pude relacionarme con gente involucrada en el negocio del arte local en Quito, conocí una comunidad de personas que le apuestan a los negocios innovadores y creativos, pero la experiencia que marca este aprendizaje es realmente la relación que pude establecer con Motomichi. Veo en él un futuro que podría realizarse para mí, y esto me emociona tremendamente; el modelo de vida que lleva Motomichi no está muy lejos de lo que quiero para mi y esto me ha motivado a apostarle de lleno a mi interés: el diseno. Un par de días atrás conversaba con mi amigo “Gatito” y le decía: “Motomichi es un tipo feliz que dibuja mounstritos y les da vida, escucha hiphop con una capucha cuando disena, y toma café mientras habla con su pareja por g-chat y discute una animación para algún canal en UK...” Trabajar directamente con Motomichi ha motivado en mi la curiosidad de seguir experimentando con formas y colores, con la diferencia de que ahora no quiero seguir haciendo de esto un hobbie, al contrario, quiero que este sea mi modo de vida, quiero que este sea mi trabajo, quiero alimentar mi futura e hipotetica familia con mis colores, y quiero poder pagar las medicinas de mis tambien futuras e hipotéticas enfermedades con mis mounstritos y mis composiciones gráficas. Chequeen la web de Motomichi dandole un click a los mounstritos de abajo :) |
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